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Gaspar Melchor Jovellanos  
Gaspar de Jovellanos e Iztueta
 
La Voz de España 16-III-68

GASPAR de Jovellanos e Iztueta son dos figuras que han vuelto a la actualidad. El primero, mucho por obra y gracia de Julián Marías con la publicación escogida de los diarios y de un estudio apasionado, y no por ellos menos feliz, incluido en el libro "Los españoles" El segundo —y esto no hay por qué decirlo— por el bicentenario de su nacimiento, sin hacer referencia al monumento de Nestor  Basterrechea.

Pudiera parecer a algún lector demasiado pretencioso el titulo que encabeza estas lineas. Y, sin embargo, no lo es. Porque hay algo que une indisolublemente los afanes de ambas figuras dentro de la misma época.

Recordemos que don Gaspar Melchor de Jovellanos nace en Gijón en 1744. Iztueta en 1767. La muerte del asturiano, de origen noble, de formación enciclopédica, de talante y conducta liberales, en el difícil punto medio entre los extremismos de un lado y otro, se adelanta a 1811 en el asturiano puerto de la Vega, mientras que Iztueta sobrevive hasta agosto de 1845. También, aunque por motivaciones muy distintas, y en un medio geográfico muy distante, les une a ambos la prisión o la cárcel. Y, quizas, por los mismos años. Jovellanos conoció la prisión en la cartuja de Valdemosa y en el castillo de Bellver, en Mallorca En 1808, año  de su excarcelamiento por la invasión napoleónica y el heroísmo nacional, contrae Iztueta en Azpeitia sus Segundas nupcias con Concepción Bengoechea.

Pero estas son —"y no dejan de ser— simples coincidencias sin más efecto ni consecuencias. Lo que emparenta y enlaza en un mismo ideal a los dos personajes es la idea que tienen de las diversiones y espectáculos.

Por orden del Suprema Consejo de Castilla del 1de junio de 1786 recibe la Academia de la Historia el encargo de un informe acerca de los juegos, espectáculos y diversiones públicas en las respectivas provincias de España. Informe que será llevado adelante por Jovellanos, acabándolo en Gijón el 29 de diciembre de 1790 y dirigiéndolo a la Academia en esa misma fecha. Con todo no había de ver la luz hasta el año de 1796.

Divide su trabajo en dos partes, destinando la primera a descubrir el origen y progreso de las diversiones públicas en España, y la segunda a indicar el influjo que ellas puedan tener en el  bien general y los medios que le parecen más convenientes para conducirlas a tan saludable fin. Adelantemos que Iztueta cita a Jovellanos con gran elogio y muchas veces, transcribiendo párrafos largos de dicho memorial en el libro de las danzas y en la historia de Guipúzcoa. Alguno se ha preguntado si Iztueta hace una citación directa de la memoria o escribe por referencias. En una reposada lectura de  la obra de Iztueta esta pregunta  está de sobra. Más aún, cabe descubrir en Iztueta una profunda influencia de Jovellanos, añadida a su originario y singular entusiasmo por el folklore. Ambos coinciden y se mueven en la misma línea de intención, de pensamientos y de propósitos a este respecto. Los dos denunciarán con verdadera pasión la  decadencia de las diversiones, la tristeza de los pueblos sin  ellas y se lamentarán de aquellos jueces indiscretos que confunden la vigilancia con la opresión. Jovellanos e Iztueta hablarán "del infeliz gañán o trabajador que no puede en la noche del sábado gritar libremente en la plaza, de su lugar ni entonar un romance".

Escapa de los limites de un artículo periodístico el análisis detenido de coincidencias, intenciones e influencias. Tema éste sabroso y sorprendente que brindo a algún  entusiasta de nuestro folklore.

Sí quiero traer a la memoria,  del lector, que Jovellanos realizó en los años 1791 y 1797, con despierta y exigente curiosidad, dos viajes por nuestra provincia. Al hablar de Guipúzcoa su pluma cobra entusiasmo. La alegría popular que estaba en las tardes de fiesta enternece el alma sensitiva de nuestro viajero. Una vez en Vergara, al punto observa: "Baile público en la plaza. ¡Qué bulla; ¡Qué alegría! Su vista me llena de placer. El pito y el tamboril, los gritos ,de regocijo y fiesta, los cohetes, la zambra, y la inocente gresca que se ve y oye por todas partes, penetran al corazón mis insensible".

Del país vascongado dirá en su primer viaje: "Allí es de ver un pueblo entero sin distinción de sexos ni edades, correr y saltar alegremente en pos del tamboril, asidos todos de las manos,  tan enteramente abandonados a los esparcimientos y al placer...".


Todo quedará anotado en su agenda: el Real Seminario de Vergara, sus relaciones sociales, la gastronomía, las diversiones y juego de la pelota, libros, el arbolado, el cultivo de la tierra, del lino y de la márraga que ve fabricar a su paso por Anzuola.

Por los años de sus viajes Iztueta todavía no tenía renombre, y Zaldivia quedaba al margen del camino real. De otro modo el pueblo natal del bailarín hubiera podido suministrarle rico y abundante material de observaciones no ya sólo sobre la danza, sino sobre los telares o fábricas de confección existentes entonces en la villa de Zaldivia, ya que antes de y junto a Iztueta-enea o "Kapaindegui" existían otras industrias de boinas y zamarras y que aun hoy en día siguen conservando la denominación de Txapele-eche y Zamarra-eche, todo un polígono industrial en aquellos tiempos.

José GARMENDIA
Sevilla, marzo de 1968.

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