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Iztueta , peregrino
La Voz de España , 3-XII-1967

EL 1 de septiembre de 1929, el grupo “ Eusko-Ikaskuntzak”colocaba sobre la pared de la casa en que naciera Iztueta, en acto sencillo, pero emocionado, una lápida cuya inscripción reza de este modo: "Juan Ignacio Iztueta "Guipuzkoako   dantzak" liburua eguin zuanari  1824-26 –Eusko Ikaskuntzak—1929

Muy compleja es, sin embargo, la figura da Juan Ignacio de Iztueta para considerarla tan sólo como maestro y cantor de las danzas. Humilde marraguero en los primeros albores de su vida, amante de las costumbres, tradiciones, danzas y canciones, de su historia..., en una palabra, de todo lo bello encerrado en el relicario de Cantabria, es él, a pesar de su ingenuidad histórica, un escritor colmado de madurez en su obra "Guipuzcoaco condaira".

Opulento y rico, amoroso de la provincia de Guipúzcoa y de su paisaje, es Iztueta, No creo exagerar nada si, dentro de la literatura vasca, le comparo con Alfonso X el Sabio, cuando canta éste, en la castellana, las excelencias de los frutos de la tierra española.

De nuevo estos días he vuelto a leer su "Guipuzcoaco condaira" y en ningún momento me ha abandonado esta comparación, esta idea. Todo el rezuma auras y esencias campestres y sobre todo queda en el alma una impresión de Iztueta, como el más delicado y exaltado intérprete de la orografía guipuzcoana, como un paisajista enamorado del lienzo que pinta. Yo creo saludar en Iztueta a uno de los primeros adelantados escritores paisajistas en la literatura vasca.

A pesar de sus erderismos, sobre todo de su primer tiempo, no es el un escritor que traduce al vasco el pensamiento castellanamente concebido . Iztueta ama y piensa  en vasco y en vasco escribe; de ahí que, ni Manterola,  ni Azkue en su famoso diccionario, ni nadie, haya sido capaz de traducir al castellano el verso inicial de la poesía  "ontxesiri": "Maite bat maitatzendet maitagarria". Ni es un escritor y poeta de "estados". que necesita de escenario y ambiente emocionales para hacer aflorar a las páginas el hondo sentimiento lírico represado en su corazón. Iztueta es gran escritor y poeta vascongado,  precisamente por su inspiración tierna y espontánea. A todo se acerca con ingenuidad de alma de niño, como si todo estuviera por descubrir y ver. Y así, después de sus numerosas andanzas por el país vasco con su irrefrenable curiosidad y encendido amor, seria un auténtico y original pintor de paisajes, paisajes dulces y soledosos de la húmeda Vasconia.

De la provincia nos dirá: "Edocein aldetara begiratu eta icusten da ederqui apaindua... galaren gala jancitaco baratza zoragarri bat dirudiela Guipuzcoaco mugape guztiac."

¡Cuántas veces, su corazón preocupado, roto por los avatares de la dura realidad, se serenó en la contemplación que le ofrecía la montaña; Cuánto de bello tiene la montaña "mendi zoragarri oec", con su cielo "ceru me eder garbi alaia", y su silencio, rumoroso del tilín de las esquilas, con sus amaneceres y crepúsculos de tonalidades vagas, se adentró en su corazón hasta formar un hondo remanso de paz espiritual y le sirvió de evasión de la vida que se le mostró airada.

De su casa, situada cabe el camino de Aralar, sube muchas veces, sin otra cosa que hacer, a la cumbre del Larrunarri, gigantesco cono pétreo de la sierra vasco-navarra. Unas veces queda aquí, en la altura, extático, "bebiendo" el paisaje, sin jamás poder hartarse: "Aitz goititu onen erpiñera beste eguiteco gabe Igotic, egon izandu naiz neur bein baño gueiagotan, campo zahal icusgarriari beguira ezin aspertuz" y oirá de labios de rudos pastores narraciones y leyendas antiguas, A veces  se nos mostrará tan exagerado que nos dirá que desde la cumbre del Larrunarri no sólo se ven en el puerto de San Sebastián las barcas, sino que se puede distinguir cuántas hay.

Otras veces visita los bellos paisajes, surcados de fuentes y manantiales  y la canción de cristal llega a su corazón con el ritmo de un surtidor: "Osimberde ibaia deitzen zaiona jaiotzen  da Erri (habla de Zaldivia) onen mugapeco osin zulo andi batean, azpitic gora pill pill pill ura botatzen dabela, iraquiten ari oidan lapicoac besalaishen."

Ya maduro, siente Iztueta en su alma la comezón e inquietudes atávicas que, arrancándole de su hogar, le llevan en una peregrinación, jalonada de entrañables recuerdos, a los rincones todos del país vasco. Sus ojos, desmesuradamente abiertos, quedan prendidos en la magia del paisaje, contemplando el maravilloso lienzo de la región cántabra: la línea quebrada de las tierras de labranza, los caseríos, blancos de cal, diseminados en las "enloquecedoras cumbres", el curso del río que trabajosamente se abre camino en la hondonada del valle, los manchones negros de árboles seculares, y, por fin, en lontananza, difuminado  como un vago ensueño, el tumulto de grandiosas montañas, un delirio hecho piedra y tierra.

Toda esta sensación de color y equilibrio paisajista—cielo de cumbres, rumor de fontanas—nos dejara palpitante, en estilo flexible y galano, en su libro póstumo de la historia de Guipúzcoa.

Con aquel lirismo, con aquel amor encendido al aire y al cielo guipuzcoanos, de haber nacido Iztueta en nuestros días , no cabe duda de que hubiera sido un raro escritor paisajista, como ya se nos muestra  al fin de su vida.

Aralar y la cumbre del Larrunarri, las montañas que rodeaban el reducido caserío  de 18 casas de que costaba Zaldibia  en su centro  como él nos dice, adentraron tan hondamente  en su corazón que allá dentro quedaron para  ser evocados y recordados  en los últimos días de su vida.

Jose Garmendia

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